ver:
http://www.elquintopoder.cl/politica/el-nuevo-gobierno-y-el-tiempo-glacial/
A horas de iniciado el nuevo gobierno que priorizará reforma tributaria, reforma de la institucionalidad educacional y una reforma constitucional, señalada como una nueva carta fundamental, la idea del “tiempo” cobra cierto interés. La Real Academia Española define el tiempo como aquella “magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Su unidad en el Sistema Internacional es el segundo”.
Además, el tiempo está relacionado también con la propia construcción social que hacemos de nuestros ritmos y plazos. Sin embargo, el tiempo político que atrapa a los gobiernos está fuertemente influenciado por formaciones espacio-temporales de cada sociedad. Acá el tiempo político está estrechamente vinculado con el poder.
A diferencia del tiempo biológico (secuencia programada de los ciclos vitales de la naturaleza) o el tiempo burocrático (que rodea las instituciones), el tiempo político es una secuencia de prácticas relacionada con ciertos propósitos y compromisos asumidos.
En una reciente columna titulada “La vida es sueño”, Luis Larraín, quien fue ministro director de la Oficina de Planificación Nacional de Chile y actualmente director ejecutivo del Instituto Libertad y Desarrollo, señalaba que: “Una vez más, la izquierda fue muy exitosa en sacar a la superficie algunos de los defectos de la sociedad. Una imagen poderosa: Chile de todos ¿Podrá esta vez tener éxito en diseñar una sociedad mejor? Difícil, hasta el momento todos sus intentos en el mundo han terminado en fracasos”. Termina su columna indicando: ¿Dónde está entonces ese Chile de todos? ¿No será más bien un Chile de nadie? Bueno, a veces la vida es sueño(El Mercurio; Política, sábado 8 de marzo, 2014).
Se olvida o al menos omite este destacado intelectual que en la condición humana nunca han existido soluciones simples y unidireccionales. Menos rápidas. Sin embargo, nos guste o no, lo creamos o no, por nuestra propia elección o por cierto imperativo socio-cultural, se abre una etapa en que definimos cómo queremos vivir y tenemos más claro los obstáculos que pueden imponerse a esta opción. Por ende, lo que está en juego en esta fase -también- es la noción del tiempo y la política. Entonces, se observa un giro en las nociones del tiempo político. Veamos:
Primero: En el ciclo que se cierra la noción de espacio y tiempo estaba controlada simbólicamente por el reloj, esto en la lógica de cierto disciplinamiento asignando tareas relacionadas con los límites. Este tiempo se caracterizaba por estandarizadas actividades de la vida cotidiana. Los plazos se constituyen en órdenes, asignando roles y jerarquías. Como se dice comúnmente “el tiempo es oro”.
Segundo: En una nueva era marcada por cambios estructurales, la relación del tiempo en la sociedad contemporánea se redefine también por los sentidos que la sociedad y las personas pueden ir construyendo en umbrales de más largo plazo. También en sus sueños. ¿Por qué no? Entonces, junto a las 50-M de los cien días y el propio programa de gobierno, la doctora Michelle Bachelet Jeria enfrentará la oportunidad de generar las coordenadas societales para un “tiempo glacial” que involucra “sueños y expectativas”.
Las señales están dadas en diversas esferas sedimentadas en los cambios de contexto que todos reconocemos (o casi todos). Esto es, nuevos actores sociales, temáticas y preocupaciones ecológicas, energéticas, estándares de calidad de vida, subjetividad, diversidad, como de nuevas desigualdades. Esta formulación -original de Lash y Urry- establecen que “la relación entre los humanos y la naturaleza es a muy largo plazo y evolutiva. Retrocede desde la historia humana inmediata y se proyecta a un futuro totalmente incierto”.
Este “tiempo glacial”, en particular desde el cambio climático y el movimiento ecologista internacional, señala que la sociedad -o al menos una parte de esta- se ha pensado desde una perspectiva más cosmológica, esto es, proyectando esencialmente la solidaridad con las futuras generaciones, dejando un legado a las nuevas comunidades y actores sociales. Algo así como, lo que hagamos hoy es parte del mundo que dejaremos a nuestros descendientes.
Finalmente, en el gobierno que recién se inicia, nuestra temporalidad se redefinirá con un mayor compromiso con los cambios, pero también pensando en sus consecuencias humanas y políticas.
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