jueves, 26 de diciembre de 2013

La ruptura: disculpe las molestias, estamos trabajando para ustedes

ver:
 
 
En nuestra época, la globalización y el individualismo exacerbado cerraron un ciclo. Esta etapa de la historia de la civilización coincide con las profundas transformaciones que se producen en nuestro país. Un rasgo esencial de este proceso ha sido el irrebatible triunfo de la doctora Michelle Bachelet Jeria.
 
Según los antecedentes que flotan en esta nueva atmósfera, varias rupturas configuran la fase que vive nuestra sociedad. Algunas de estas interpretaciones han contribuido “al talado de cientos de arboles” para publicaciones y papers que buscan alguna repuesta o pistas sobre el futuro que viene.
 
 
 
Veamos algunas ideas como aporte a la polémica:
 
Primero: Existe una ruptura entre los intereses financieros y los de la mayoría de la población. Los innumerables desaciertos del capital sobre los trabajadores, los abusos evidentes y el hastío de los propios consumidores  cristalizó en la consigna estudiantil que atrajo a cientos de miles de chilenos: no al lucro.
 
El trasfondo. Durante mucho tiempo dos modelos se han impuesto en el mundo y Chile no fue la excepción. Uno de ellos el llamado “modelo renano”. Con dos vertientes: una “francesa-germana”, con políticas sociales de avanzada y con fuerte incentivo a  la lucha contra la desigualdad;  y por otro lado el “escandinavo”, con una política fiscal más agresiva en materia de impuestos, pero garantizando el bienestar y altos estándares de vida a su población.
 
El otro, de sello “liberal”, seguido en Chile. Liberal a nuestro entender, relacionado a la noción que sitúa al mercado, la apertura económica internacional como vital en el crecimiento económico de nuestro país.
 
Este segundo modelo configuró lo que conocemos en Chile como “sociedad de mercado”. Éste observó varios cambios en dimensiones de orden inclusiva y políticas públicas, en particular, promovidos por los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia y continuados por la actual administración.
 
En general, este “modelo” se caracteriza en la confianza depositada en los sujetos en su esfuerzo individual, dejando en el camino ganadores y perdedores.
 
Segundo: La ruptura cultural. El pensamiento democrático y plural se impuso a las ortodoxias, a los conservadurismos de distinto tipo, a los intocables, a los caprichos y los poderosos. Claramente, ya no es posible que regresemos al pasado y a estos estilos, sin sufrir un alto costo. Los ejemplos abundan.
 
La sociedad del conocimiento y la era de la información dan nuevas oportunidades para equilibrar las decisiones, regularlas y en algunas ocasiones cambiarlas. Así entonces, los sujetos y las demandas en curso apelan a la diversidad, a sus derechos, a la sociedad que los proteja y respete.
 
No es osado señalar que la ciudadanía quiera que el Estado cumpla un rol esencial en este nuevo escenario global. Numerosos son los ejemplos históricos en este sentido.
 
Embarcados en una nueva aventura, la voz de los jóvenes, las mujeres, los movimientos estudiantiles, los pueblos originarios, los grupos ecologistas, las agrupaciones pro diversidad sexual, las asociaciones de consumidores, la galaxia internet entre otros segmentos, son los nodos en esta inédita y tupida red social.
 
Tercero: La ruptura institucional autoritaria. Los primeros esfuerzos de la transición y modificaciones al orden constitucional, aparecen como una versión edulcorada del autoritarismo. Se planteó –a fines de los 90- el paso de un “modelo autoritario liberal excluyente” a uno “democrático, liberal, incluyente”.
 
Entonces de manera evidente, este aggiornamento fue importante pero no fue suficiente.
Sabemos además que, nunca ha sido fácil combinar igualdad con libertad, una formula compleja de implementar en la arquitectura institucional. Sin embargo, se hace prioritario oponer las ideas a las fuerzas, los principios a los intereses.
 
Entonces, hay que avanzar celéricamente en metamorfosis legislativas y normativas, pero también en contribuir a nuevas y horizontales relaciones sociales.
 
Cuarto: La ruptura con un mundo objetivo. El fetiche de un mundo plano, predecible y la razón total se ha roto. Este conjuro mágico se desvaneció en el aire, abriendo paso a otro mundo, más íntimo, más subjetivo, impredecible y horizontal.
 
Este parece ser el destino ineluctable del mundo -por cierto el único que tenemos- una nueva escala humana.
 
Hasta hoy (hasta esta hora que tipeo estas breves líneas), la sociedad no ha hecho feliz a todos sus miembros. La promesa en esa dirección -a lo menos- ha fracasado en su intento. Por ende, las soluciones y naturaleza de la vida económica social requieren mutaciones profundas que galopen al ritmo de las personas.
 
Finalmente, el paso del tiempo tensionara cada vez más un escenario de desigualdad creciente o un camino refundacional. En el corazón de la  ciudadanía, se ha optado por el camino refundacional.
 
 
 
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domingo, 22 de diciembre de 2013

Legitimidad: “Suavitis, suavitis, in modus; duritis, duritis, in re”

Por Francisco Olea
 
La democracia constitucional es una de las claves para el desarrollo armónico de nuestra sociedad. Teóricamente, se caracteriza por garantizar la participación y representación política, el pluralismo, los derechos fundamentales de los ciudadanos, el respeto de las mayorías y minorías, implica también la separación orgánica de funciones, entre otras esferas.
 
En nuestro país, producto de la actual Constitución Política de la República de Chile de 1980, el modelo de democracia constitucional aparece con ciertas distorsiones y áreas opacas. Destacan en esta zona gris: el tribunal constitucional, los altos quórums para determinadas reformas legales y el sistema binominal.
 
Así, la actual carta magna, es una caja negra institucional. Con sus respectivas entradas y salidas, sostiene la estructura y el “blindaje” al llamado “modelo”.
 
Durante la fase “más fría” de la transición se argumentaba que los cambios al modelo eran inviables. El discurso era difícil de rechazar. Éste contaba con las fuerzas políticas y terrenales más robustas y poderosas, seleccionando lo factible, separándolo de lo no-realista. Su consecuencia inmediata indicaba que, Chile era lo que era (“en la medida de lo posible”).



 
Hoy en un “mundo más caliente que frío”, un punto trascendental del debate gira en torno al proceso de legitimación del futuro gobierno de la Nueva Mayoría. Se pone en duda las condiciones para implementar transformaciones institucionales, en particular, las de orden constitucional.
 
En el actual tablero y movimiento de piezas en curso, la legitimidad ha sido puesta en jaque a raíz de la llamada “esencia”. Lo anterior,  en función del bajo porcentaje de participación y representación política de la población, que permitiría al estado y en particular al gobierno electo, estabilizar sus compromisos y programa.
 
En particular, se ha hecho mención en varios medios de comunicación y editoriales, el programa de gobierno de la doctora Michelle Bachelet 2014- 2018. Éste señala entre otros compromisos que: “Chile merece que el texto constitucional vigente reconozca y se base en un sistema plenamente democrático; y que recoja las normas y principios de derechos humanos reconocidos en Chile y en el ámbito internacional, en toda su extensión”. Este postulado es, uno de los pilares programáticos -léase reformas de fondo- que precisa como objetivo una Nueva Constitución.
 
Entonces, la pregunta es ¿cuáles son las dimensiones que otorgan  legitimidad a estos cambios de fondo? Veamos algunas:
 
Primero, éstas se configurarán luego del 15 de diciembre y dependerán de la cantidad de votos y sus respectivos porcentajes que le otorgue la ciudadanía al gobierno electo. También, de los sufragios que obtendrá la opción derrotada y las estimaciones de ciudadanos que no concurran a las urnas en el balotaje (abstención).
 
Estas dimensiones serán entonces, equilibradas y filtradas de acuerdo al caudal de votos de los resultados electorales post 15 de diciembre, sumados a los parlamentarios electos (expresado en mayorías y minorías).
 
Segundo,  dependen por otra parte, de los “acuerdos” construidos sobre ciertos  significados compartidos por la sociedad. Así la estabilidad institucional y los cambios en curso, será resultado de la capacidad de “consensuar” diversos valores, principios e intereses en la arena de las decisiones.
Tercero, otra dimensión de relevancia la constituye la esfera pública. Esta red tupida de informaciones, puntos de vista y enfoques, será significativa para generar las condiciones y el fundamento para el ejercicio legítimo del poder e implementar las reformas propuestas.
 
Sin embargo, las sociedades siguen siendo estructuras contradictorias, surgidas a la luz de conflictos, tensiones y negociaciones entre diversos actores. Por lo general, opuestos y zigzagueantes entre sí.
Entonces -para tranquilidad de las audiencias- los conflictos nunca acaban. A veces se detienen o simplemente bajan su velocidad e intensidad,  producto de acuerdos transitorios y contratos muchas veces inestables. En esta fase societal, que hemos rotulado como “más caliente que fría”, no será la excepción.
 
Finalmente, en la actual coyuntura, cobra fuerza el proverbio romano que señala: “suavitis, suavitis, in modus; duritis, duritis, in re”, algo así como, la prudencia de las formas debe presidir todo el trabajo; el rigor de las conclusiones no será evitado.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Breaking Bad: El ballotage presidencial_por Francisco Olea Lagos

Breaking Bad” es una serie de televisión dramática estadounidense creada y producida por Vince Gilligan. Esta serie está ambientada en Albuquerque, Nuevo México. Narra la historia de Walter White, un profesor de química con serios problemas económicos y una enfermedad terminal. Para pagar su tratamiento y asegurar el futuro económico de su familia -después de su fallecimiento- comienza a cocinar y vender metanfetamina junto con Jesse Pinkman, un ex-alumno.
 
La referencia de “Breaking Bad”, es un refrán utilizado en el sur de los EEUU. Significa algo así como “cuando te desvías del camino correcto y empieza a hacer el mal”. El énfasis esta dado por el hecho que, “si lo harás sólo por un día o por una vida entera”.
 
 
 
 
 
La elección presidencial del domingo 17 de noviembre dejó varias huellas en la senda democrática. Y también diversos dilemas de la ruta a seguir.
 
Las candidatas que pasaron al ballotage,  Michelle Bachelet (3.073.570 votos, un 46,69) y  Evelyn Matthei(1.647.490, esto es un 25,02%) representaron cerca del 71,71% de los votos escrutados.
 
Un dato que ha ocupado varias carillas de los analistas son la mitad de los ciudadanos habilitados para votar, y que no lo hizo. También los votos y niveles de representación alcanzados legítimamente por los otros 7 candidatos que en la primera vuelta, representaron el 28,29%. Esto es, Marco Enríquez-Ominami (723.066 votos, un 10,98%), Franco Parisi (665.959 votos, un 10,11%), Marcel Claude (184.966 votos, un 2,80%), Alfredo Sfeir (154.701 votos, un 2,35%), Roxana Miranda (82.291 votos, un 1,25%), Ricardo Israel (37.795 votos, esto es un 0,57%), y Tomas Jocelyn-Holt (12.636 votos, un 0,19%).
 
En días recientes las estrategias para alcanzar la mayoría de los sufragios, han zigzagueado, como era obvio.
 
Algunos han planteado ir a la captura del voto “díscolo”, o “seducir” a los que no votaron, también “raspar la hoya” de los que fueron a votar (votos nulos 67.361, un 1,00%; mientras 46.394, esto es un 0,69% dejaron el voto en blanco). Otros “dinamitar” o “neutralizar” los segmentos de votos que podrían ir al adversario.
 
Entonces en miras al ballotage, el “Trade-off” electoral está en curso en la recta final. Y como toda travesía, está poblada de ventajas y desventajas.
 
Veamos algunos posibles desvíos a seguir:
 
El camino de la “Tautología”. Mantención de un mismo mensaje comunicacional, pero expresado de distintas maneras. Algo así como “decir lo mismo”, ya que la señal cumplió cabalmente su propósito.
La senda de la “Teleología”. Esta es una opción que se orienta a dejar en evidencia lo que estaría en juego “verdaderamente”, expresado políticamente en cierta finalidad u objetivo trascendental a considerar (“doctrina de las causas finales”). A saber, esta segunda vuelta encubriría un proyecto o tipo de tipo de sociedad a construir que refleja esta pugna de las dos candidaturas presidenciales y que es necesario dejar en evidencia.
 
La ruta del “Eufemismo”. Este es utilizado como medio para suavizar el cuestionamiento al rival. Así, lo “políticamente correcto” permite evitar ofensas a segmentos de electores que pueden ser atraídos a una de las dos alternativas. A través de una manifestación suave de ideas cuya franca expresión sería dura y erosionaria el crecer electoralmente. A la vez, permitiría no perder votación.
La Vía del “Attack Ads”. Estos son anuncios políticos de campaña más bien “negativos”, y cuyo norte es inundar los medios de comunicación y redes sociales. A pesar que las campañas prometieron realizar mensajes constructivos y sin ataques personales, al final -con algunas excepciones- varias terminaron en el “cuadrilátero”. Hoy también en curso.
 
Finalmente, “Breaking Bad” se caracteriza por colocar a sus personajes en situaciones que aparentemente no tienen salida. Sin embargo, siempre hay una vía de escape.


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